Otro año más, como siempre por estas fechas, me veo obligado, y digo bien, obligado, a emigrar a otros lares más tranquilos. Concretamente el fin de semana del 1 de abril tomó literalmente la ciudad una manada, por decirlo de un modo cariñoso, de personajes montados sobre sus veloces, coloridas y sobre todo ruidosas motos. Qué alegría!!, de nuevo el GP de Jerez de motociclismo ha llegado a nuestras vidas.
Antes de comenzar con mi exposición quiero dejar claro que no tengo nada en contra de los moteros, es más, tengo muy buenos amigos que lo son y es gente admirable y encantadora.
Dicho lo cual, os expongo: Si en mi bloque de vecinos vivimos 100 vecinos y 4 son gilipollas… aplicando esta regla básica, es decir, la del 4%, si en el fin de semana del GP nos visitan 75.000 personas, aproximadamente unos 3.000 son gilipollas.
Pues bien, me voy a centrar en esos 3.000 angelitos de la caridad con un CI inferior al de una ameba, organismo unicelular y asexual (por si alguno de estos “Cum Laude” está leyendo, aunque lo dudo mucho).
El jueves antes del GP, comienzan a llegar, unos pocos, normalmente extranjeros o los que vienen de más lejos, por ejemplo, el norte de España. En este momento ya eres consciente de que tienes que comenzar a preparar las maletas, llenar el tanque de combustible y dejar todo listo para el éxodo.
El viernes, es un chorreo constante de motos. No paran de llegar desde primeras horas de la mañana. Si tienes la gran suerte de no poder escapar de esta trampa letal para tus tímpanos y sistema nervioso, estos educados motoristas, te deleitarán durante toda la noche, con acelerones sin sentido, vueltas a rotondas porque sí, y demás actividades dignas de una ameba.
El sábado es mejor que te cortes las venas, porque después de no pegar ojo durante toda la noche, ya se sabe, si juntas a 3.000 gilipollas en una ciudad pequeña donde normalmente ya hay 2.000… pues entre que un tonto hace el tonto y otro tonto le ríe las tonterías, pues tienes todos los condimentos para hacer un pastel de puta madre.
Es cierto que es bueno para el negocio de la zona, que las plazas hoteleras y los pisos de alquiler están siempre con el cartel de completo, y los bares llenos. Ahora bien, yo no consigo dormir, ir a comer unas tapas al centro es una misión imposible, tengo que conducir con un cuidado extremo, si me atrevo a coger el coche, ya que te pasan por la derecha, por la izquierda, y sin conocimiento. En estos días, la ciudad es tomada con una impunidad policial encubierta digna del lejano oeste, vale casi de todo. Puedes ir tajado como un piojo y coger la moto a las 3 de la mañana para ir a una zona de aparcamientos y ponerte a quemar ruedas con tus otros compinches mientras despiertas a medio vecindario. Es lógico que luego no recibas un ¡Buenos días! por la mañana, cabrón!!
Yo lo siento de verdad por esos 71.000 moteros restantes, es decir, los que no se dedican a hacer caballitos en la calle, carreras en las avenidas y quemar gomas delante de la terraza de un bar. A estos moteros se les cuelga el “Don Benito” de locos de la carretera y de gamberros cuando lo único que hacen es disfrutar de su afición favorita.
Cuando llega el domingo y todavía no has sido capaz de planchar dignamente la oreja, tienes que seguir aguantando a esta manada de gilipollas durante un día más. A estas alturas te dan ganas de echar un puñado de tachuelas en la calle de tu casa para ver si de una jodida vez, estos educados seres humanos, se van a dar por culo a su puñetera madre.
Yo reconozco que mi capacidad para aguantar a este tipo de gilipollas llegó a su tope con la segunda motorada. Ahora, ya que no me queda más remedio, pues prefiero marcharme de El Puerto ese fin de semana. Me alejo de esta toma indiscriminada y maleducada de la cuidad por parte de la hermandad del ruido gratuito.
Cuando regreso, el lunes, se han marchado el 90% de los colonos a dos ruedas, con lo cual, quedan 7.500, de los que, si aplicamos la regla del 4%... nos quedan 300 gilipollas en toda la provincia. He de reconocer que esa cifra ya es bastante manejable, ya que los que el viernes eran unos gallitos y sacaban pecho por las avenidas mientras hacían caballitos y tontunas varias, dignas de cualquier trapecista de circo ruso de pueblo mesetario, ahora se han convertido en el perrito que hace girar la pelota subido en ella adornando sus cuernos con un lacito en la cabeza. No obstante, como el ser humano que nace gilipollas, muere gilipollas, y durante toda su vida no hace otra cosa que el gilipollas… por eso el lunes, después de no haber parado de joderles la vida a los habitantes de esta ciudad, sigue en sus trece de no parar hasta que alguien le llene la cara de dedos.
Sea como fuere, me quedan once meses y medio para prepararme. Espero y confío, que al contrario que mis vecinos, que no cambian, los 3.000 individuos que nos visitan cada año para el GP de Jerez, le dediquen, aunque solo sean unos minutos a replantearse su vida y dejen de una vez por todas de coger una motocicleta con el único propósito de jugarse su vida, y la de los demás, en la carretera, y sobre todo, con la única y peligrosa meta de emborracharse, y como no, de hacer el gilipollas.
Si tienes moto y te he ofendido, pues lo siento. Si tienes moto y no te he ofendido, creo que me has entendido. Y si tienes moto y no sabes si ofenderte o no, creo que ya sabes a qué grupo perteneces.
Nos vemos, pero no en motos.
1 comentario:
He de repetirte que me encanta como escribes Ángel. Ya estoy esperando tu nueva entrada!!.
Un abrazo
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