¿Quién no ha hecho alguna vez en su vida un puzzle?
Me atrevo a sentenciar que nadie en este mundo se ha librado de consumir alguna
que otra hora de su existencia con este fragmentado juego. Si no lo ha comprado
se lo han regalado, por su cumpleaños, el día de Reyes, por su santo, por joder
o simplemente porque sí.
Dicho esto, creo que estamos todos en condiciones
de entender mi siguiente pensamiento, el cual os expongo a continuación.
Bien es sabido que normalmente, si la calidad del
producto de referencia, en este caso, un puzzle, es digámoslo así… “mínima”, dentro de los que no suelo
incluir a los de comercios orientales por razones obvias, este juego suele
tener unas garantías. Por ejemplo, ¿qué sucede si cuando estás a punto de
terminar de colocar todas las piezas que conforman la macedonia de colores y
píxeles, te das cuenta de que falta una? Para estos casos, la empresa
comercializadora pone a disposición de sus clientes un número de teléfono donde
poder solicitar la pieza extraviada durante el proceso de montaje o secuestrada
en fase de producción. – ¡Buenos días! Quería solicitar la pieza 4F del puzzle con referencia
FMS-01.4597 para poder completarlo. En unos días, previo pago, normalmente,
tendrás en tu poder esa pieza furtiva que hará que el paisaje de Los Alpes
Suizos nevados, el cartel de la película Nueve Semanas y Media o “El Beso” de
Klimt esté completo, listo para enmarcar y colgar donde proceda.
El puzzle se inventó hace 114 años, allá por el año
1.900 y parece mentira que en todo este
tiempo nadie haya pensado en el caso contrario al expuesto anteriormente. ¿Qué
sucedería si en vez de faltar una pieza, sobrase? Es decir, nos encontrásemos
con una pieza gemela y por lo tanto duplicada. Tendríamos un puzzle de “X+1 pieza”. Para estos casos, que
también suceden, no existe un número de teléfono para la recogida de estas
porciones multiformes. Nadie se hace responsable de ellas y es más, a nadie le
importa su destino incierto. ¿Dónde se encuentra ese puzzle de “X-1 pieza”?
¿Qué hacer en ese caso? ¿Cómo solucionar el
problema? ¿Dónde llamar? No hay respuesta a estas preguntas. Esta pieza está
destinada a vagar por los cajones de algún recibidor o del escritorio de la
habitación de los niños. Su única compañía será el botón huérfano de los puños
de una camisa, una goma elástica que hace tiempo perdió sus propiedades y por
lo tanto su funcionalidad, el comodín de una baraja de cartas y un clip
metálico en proceso de oxidación.
Esta pieza nunca será parte de un todo, de un
conjunto que conforma su destino y le da sentido a su existencia. Fue creada
para cumplir con un objetivo concreto, lucir orgullosa junto a sus compañeras
en un pasillo, una habitación, un salón, etc. Ahora solo verá la luz muy de vez
en cuando, es posible que menos que un reo incomunicado en una cárcel de máxima
seguridad. Excepcionalmente, cuando se abra el cajón y deje entrar la luz de la
esperanza, agitada por la fuerza centrífuga y la ilusión de ser por fin útil
volverá a sentir que su creación tiene un cometido, pero esta ilusión le durará
bastante poco.
Y ahora pregunto… En el puzzle de la vida ¿Hemos
encontrado nuestro hueco? ¿Formamos parte de ese todo que motiva y da sentido a
nuestra vida? En más de una ocasión es posible que no encontrásemos nuestra
ubicación, nuestra misión, la justificación de nuestra “forma” de ser. Todos tenemos
nuestra “forma”, nuestras características particulares que nos hacen únicos.
Pero… si somos únicos ¿Por qué estamos tan perdidos? ¿Por qué no encontramos
nuestra posición en el mundo? Sería entendible que cada cual hallase su lugar
predeterminado. Sin embargo, este mundo, al contrario que un puzzle, es de todo
menos perfecto. En este juego nada encaja, no hay orden ni reglas que nos
acomoden de antemano. En este tablero en el que nos ha tocado jugar, en muchas
ocasiones nos encontramos con piezas que son afines, otras que no los son y
otras que nos presentan una “forma” que no es la verdadera.
Otras veces, nosotros mismos intentamos cambiar
nuestra morfología o limarnos las aristas para encajar con la orografía de
nuestra pieza contigua, por amistad, amor o simplemente empatía. Es difícil
conseguirlo y a veces imposible. Otras tantas incluso no sabremos ni la forma
“real” que tenemos, para sorpresa de propios y extraños. Llegamos a
sorprendernos a nosotros mismos al vislumbrar en un momento dado, el contorno
oculto que escondía nuestra apariencia exterior.
Uno de los motivos básicos por los que este mundo
no puede tener un final acorde a “sus reglas primitivas” es que no siempre nos
conformamos con nuestro hueco en el puzzle, queremos el hueco de nuestro vecino,
de nuestro compañero de trabajo o el de algún familiar. Lo intentamos aunque
sepamos que no encajaremos, que no será posible. Da igual, nuestro egoísmo nos
ciega e incluso si es necesario amputaremos nuestra “forma” de ser para
encajar, aunque solo sea por el mero hecho de encajar, de poseer el hueco de
otra pieza.
Otros se tiran toda la vida buscando un lugar en el
hueco de su puzzle y no consiguen encontrarlo. Toda una vida de búsqueda y
frustración para terminar aceptando que no hay un lugar para ellos. No es que
haya un error, que lo hay, el mundo no es perfecto, os recuerdo, pero el error
es que han estado buscando su hueco en el puzzle equivocado.
Entonces, ¿Cómo sabemos cuál es nuestro puzzle?,
¿Dónde debemos buscar? Esa es la gran pregunta sin respuesta. La mayor parte de
las veces deberemos conformarnos con encontrar un hueco, una posición estable y
si es posible, rodeado de buenas piezas, de confianza, con las que uno encaje.
Es muy posible que no sea nuestro tablero de juego, que no sea el destino
predeterminado de inicio, pero también esto es lo que le da sentido a la vida.
Irónicamente, el sentido de la vida debería ser
encontrar nuestro hueco “ideal”, por el cual hemos nacido y para el que estamos
diseñados, pero por el contrario, el verdadero sentido se lo da el libre
albedrío. La oportunidad de formar parte del tablero que te dé la gana, o
incluso de intentar crear el tuyo propio, con tus reglas, tus piezas, y tu
finalidad.
Amigos, seguimos buscando, seguimos intentando,
seguimos viviendo. Hagáis lo que hagáis, lo hagáis como lo hagáis y busquéis lo
que busquéis, haceos un favor… nunca terminéis en el cajón del olvido.
2 comentarios:
Que ganas tenía de leerlo...y que bonito Killo!!!
Gracias niña, me alegro de que te haya gustado.
Un besote,
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