martes, 30 de marzo de 2010

Latidos descompasados


Corazón, órgano vital de todo ser humano, se precie o no. Es vital y lo hacemos vital. El corazón va ligado a nuestra vida desde que nacemos. Subliminalmente nos han inculcado que es una extensión de nuestra mente y espíritu. Hay todo tipo de metáforas dedicadas a tan incansable músculo.
Asociamos con él el dolor etéreo, -Me duele el corazón… es más, cuando el dolor emocional es tan insoportable decimos que nos han roto el corazón. Por qué no elegimos otro órgano? No debería ser lo mismo decir que nos han roto el hígado o el páncreas? No son también órganos vitales todos los que posee temporalmente nuestro cuerpo? Claro está, exceptuando los duplicados.
Quiero aclarar que esto no es una clase de anatomía, dicho lo cual, prosigo. También va asociado a la condición de la persona. –Tiene un corazón que no le cabe en el pecho, que buen corazón tiene o es todo corazón. Esto refleja características nobles de una persona, por el contrario, cuando decimos –tiene el corazón de hielo, podrido o simplemente carece de él, nos imaginamos un ser cuasi demoniaco.
Si te enamoras se acelera, si lloras se encoje cual jersey de lana lavado en agua caliente y ante un disgusto reseñable puede incluso perder su cadencia y trotar a su libre albedrío como un caballo desbocado. En este caso decimos – se me sale el corazón por la boca. O en casos extremos, se nos para (metafóricamente hablando, o no).
Hay personas que pretenden pensar con él robándole esa función al cerebro, al ordenador de a bordo, a esa compleja materia gris que nos hace ser casi civilizados. Es la eterna lucha, haz lo te dicte tu corazón, piensa más con el corazón y no tanto con la cabeza. Quizá esté equivocado, porque así no creo que seas mejor ciudadano o más feliz.
 Es el motor de nuestro cuerpo, el que hace que funcione, y también el que decide cuando termina nuestro viaje.
Él, totalmente ajeno a estas sentencias humanas sigue consumiendo su batería, sigue latiendo a golpe de tambor al compás de la melodía de nuestra vida. Algunos tocan a ritmo de balada, otros a toque de marcha militar y la mayoría dependen de la frecuencia sintonizada en el dial marcado por nuestro día a día.
Reconozco que últimamente no escucho la “emisora” adecuada. No encuentro el modo de sincronizarlo, de hacer que vuelva a una gráfica adecuada. A nadie se le ha ocurrido cuando le preguntan - Cómo estás? Contestar – Los latidos de mi corazón están descompasados. Eso pasa cuando se siente por dentro que todo su trabajo y esfuerzo por activar la maquinaria interior no es suficiente para continuar. Nada encaja, la mente se bloquea, la respiración se acelera y los ojos se nublan con el humo del “porqué”.
Aunque al “tran-tran”, él no cesa de bombear esperanza a todos los puntos del cuerpo, aunque funciona en “modo a prueba de fallos” él sigue latiendo, latiendo, latiendo, latiendo…

lunes, 8 de marzo de 2010

Diez minutos más!!

A veces pienso porque voy tan rápido por la vida, porque no me paro a recuperar el aliento, a disfrutar del sillón de mi casa. ¿Porqué vivo tan deprisa? ¿A caso tengo ganas de llegar al final, a la meta?

Mi mente y mi corazón van a mil por hora, cada día duermo menos, cada día veo menos televisión, vivo más. En el fondo no es malo tener inquietudes, tener ganas de construir, de sacar todas las ideas que tengo en mi cabeza e intentar hacerlas realidad.

Es un poco caótico la verdad, pero prefiero esto a estar tumbado en el sofá mirando una caja que únicamente transmite mensajes sin contenido y vidas sin sentido. No necesito saber quien se casó con quien y cual dejó a cual. Quiero vivir mi vida, y si es más deprisa de lo normal, pues eso siempre será mejor que vivirla con los ojos de otra persona que ni siquiera sabe que existo y a la que no creo que le importen mis alegrías o mis tristezas y mucho menos mis problemas.

Si dedicásemos unos minutos al día a expirar nuestros pensamientos y recogerlos en un papel, a pensar por nosotros mismos y no ir de la mano de un presentador que nos invita a reducir nuestra capacidad cerebral hasta casi dibujar un encefalograma plano, nos daríamos cuenta de que tenemos una fuerza interior mucho mayor de lo que creemos. Fuerza para decidirnos a realizar nuestros sueños, a comenzar aquí y ahora, a no esperar, al “mañana empiezo”. NO!!! Ahora es el momento de lanzarnos a la piscina. A retomar aquello que tenemos pendiente desde hace tanto tiempo que parece una ilusión.

Esa ilusión es la que tenemos que alimentar, apaga la puta televisión y coge un buen libro. Vuela, disfruta, viaja a mundos maravillosos y lejanos de la mano de tu mente. En ese viaje TÚ eres el protagonista, TÚ eres quien salva a la princesa del malvado dragón de dos cabezas.

Escucha más música, y deja las sintonías e historietas de los programas de la caja tonta aparcadas en el garaje de los trastos, o simplemente, tíralas al cubo de la basura. Coge tu mp3, cálzate tus deportivas y sal a la calle. Camina, corre, pasea, haz lo que te dé la real gana mientras disfrutas del paisaje y los sonidos que se envuelven en tu hipotálamo.

Deja de cambiar de canal y cambia las marchas en tu bici, nota el aire en tu cara. En ese preciso momento eres libre, no estás atado a nada. Ni móvil, ni mando a distancia, estás tú y nada más. Todos nosotros nos volvemos un poco niños cuando estamos montados en una bici, recordamos aquellos paseos por los caminos del pueblo al lado de nuestro primo e inevitablemente recordamos al Piraña, a Tito y a toda la pandilla de Verano Azul.

Cuando éramos niños no perdonábamos jugar con los amigos del barrio por ver la televisión. Verano Azul la veíamos porque la echaban a la hora de la siesta y no podíamos salir a la calle hasta las cinco de la tarde. Luego no regresábamos hasta que las farolas de la calle se encendían. Es más, siempre gritábamos, -Diez minutos más mamá!!

Yo lo tengo claro, quiero seguir gritando eso… Diez minutos más, diez minutos más para terminarme el capítulo de un libro, para dar otra vuelta al paseo, para ver la puesta del sol.

En definitiva, diez minutos más para disfrutar de mi vida, de lo que me gusta, de lo que me llena, para sentirme vivo.

De una cosa estoy seguro, nunca gritare… Diez minutos más, que estoy viendo la tele!!