Os voy a contar una de mis últimas andanzas por este mundo casi tan inmaduro e imperfecto como mi memoria…
El día de autos danzaba yo a eso de las seis de la madrugada en mi automóvil de empresa hacia las Galicias, lugar de mi nuevo destino laboral, cuando a la altura de Villacastín empezaron a caer con unos copos de nieve como pelotas de tenis y una niebla tan espesa y densa como mis ganas de llegar a Santiago e incorporarme al tajo.
Después de unos cuantos kilómetros las inclemencias meteorológicas cada vez eran más adversas. Llegando al peaje de Adanero metí la mano en el bolsillo de la chaqueta para buscar la cartera y… A tomar por culo!!! La cartera!!! No me jodas killo!!! En esos momentos dignos de cualquier tragicomedia griega me doy cuenta de que la de Ubrique se me quedó en “otra chaqueta”.
Allí estaba yo, en las puertas del peaje, sin cartera, sin tarjetas, sin dinero y en reserva. Alguien da más? En ese mismo instante quería que me tragara la tierra, blasfemé cual hereje en la hoguera del mismísimo Torquemada y recordé todo el santoral, desde San Agustín, pasando por San Pablo y terminando por San Zacarías.
Tiré el coche en el arcén y me fui andando hasta las barreras del peaje para contarle mi rocambolesca situación a un alma caritativa a ver si se apiadaba de mí. Encontré a una niña que lo primero que me dijo fue: - Sal de la vía y súbete a la acera, que como venga un camión te va pasar por encima!! Joder pensé yo, empiezo bien a dar pena. De esta no me salva ni el Equipo A.
Después de contarle todo el enrevesado lio en el que me había metido en un momento (todo esto nevando como si se fuera a terminar la nieve mañana) la chica se hacía cruces y no me mandó a tomar por culo por alguna extraña razón que aún no llego a comprender.
Me dio una solución, entregarle los papeles del coche para apuntar los datos y hacerme un pase para poder dar la vuelta. Menos mal me dije para mis adentros, pero la alegría me duro lo mismo que mi última nómina (ná de ná). -Es un coche de alquiler, no está a mi nombre, con lo que no te sirve para nada. La agraciada con la pedrea de tener que ayudarme suspira con una risa nerviosa y me suelta: - Algo más nene? A lo que yo le respondo más ancho que pancho (ya que en esos momentos me daba todo lo mismo, que se termine el mundo y que nos den a todos repetidas veces): - Pues sí, voy en reserva y no creo que llegué a Madrid aunque me dejes pasar (seguía cayendo la puta nieve).
Ella con más paciencia que el Santo Job, al que también recordé en mis plegarias paganas hacía escasos minutos, me dice: - Anda!! Pasa!! déjame los papeles del coche y aparca en aquel lateral, que ahora voy y te llevo el recibo para que pases.
Al cabo de un rato vuelve con el papel y me dice: - Si te dejo diez euros me los devuelves? - Te lo prometo!! Exclamé al instante. Dicho y hecho. Me deja el dinero, me da el recibo y me dice: - Al volver pon la misma cara de pena que me has puesto a mí y no les digas que te han hecho aquí un recibo, que solo se puede hacer uno al día. Me despido de ella haciendo reverencias desde la ventanilla del coche y salgo echando chispas hacía Madrid.
Conté la misma historia en el peaje de Guadarrama y me dieron otro recibito. Con los dos recibos y respirando hondo, arranqué y me fui a casa. Por el camino pillé el mayor puto atasco del año en Madrid y llegué a casa a eso de las diez de la mañana. Ya que estaba en casa, desayuné, y mientras le escribí en un papel unas palabras de agradecimiento a ese Ángel que me encontré en el camino. Después doblé la hoja y la metí en un sobre junto con 20 euros. Joder, me había salvado la vida, que menos que una muestra de gratitud.
Volví a salir de nuevo, casi seis horas después de mi primer intento, eso sí, con la cartera entre los dientes y encamine mis pasos hacia Santiago, por segunda vez. Cuando llegué al peaje, me paré en una de las vías que estaban abiertas y quien estaba en ella? Mi Ángel salvador!!! Le pagué los dos recibos, el que me tocaba en ese momento, el sobre con la nota y el dinero y salí disparado.
Al cabo de unas horas me mandó un mensaje a mi móvil, agradeciendo mis palabras y exponiéndome que ahora era ella quien estaba en deuda conmigo. En deuda?? Para nada reina, lo que hizo por mí esa niña no está pagado con dinero.
Hablamos durante la semana varias veces y quedamos para tomar un café y presentarnos como personas normales el viernes, pues yo regresaba a Madrid y su pueblo me quedaba de paso.
El día de autos danzaba yo a eso de las seis de la madrugada en mi automóvil de empresa hacia las Galicias, lugar de mi nuevo destino laboral, cuando a la altura de Villacastín empezaron a caer con unos copos de nieve como pelotas de tenis y una niebla tan espesa y densa como mis ganas de llegar a Santiago e incorporarme al tajo.
Después de unos cuantos kilómetros las inclemencias meteorológicas cada vez eran más adversas. Llegando al peaje de Adanero metí la mano en el bolsillo de la chaqueta para buscar la cartera y… A tomar por culo!!! La cartera!!! No me jodas killo!!! En esos momentos dignos de cualquier tragicomedia griega me doy cuenta de que la de Ubrique se me quedó en “otra chaqueta”.
Allí estaba yo, en las puertas del peaje, sin cartera, sin tarjetas, sin dinero y en reserva. Alguien da más? En ese mismo instante quería que me tragara la tierra, blasfemé cual hereje en la hoguera del mismísimo Torquemada y recordé todo el santoral, desde San Agustín, pasando por San Pablo y terminando por San Zacarías.
Tiré el coche en el arcén y me fui andando hasta las barreras del peaje para contarle mi rocambolesca situación a un alma caritativa a ver si se apiadaba de mí. Encontré a una niña que lo primero que me dijo fue: - Sal de la vía y súbete a la acera, que como venga un camión te va pasar por encima!! Joder pensé yo, empiezo bien a dar pena. De esta no me salva ni el Equipo A.
Después de contarle todo el enrevesado lio en el que me había metido en un momento (todo esto nevando como si se fuera a terminar la nieve mañana) la chica se hacía cruces y no me mandó a tomar por culo por alguna extraña razón que aún no llego a comprender.
Me dio una solución, entregarle los papeles del coche para apuntar los datos y hacerme un pase para poder dar la vuelta. Menos mal me dije para mis adentros, pero la alegría me duro lo mismo que mi última nómina (ná de ná). -Es un coche de alquiler, no está a mi nombre, con lo que no te sirve para nada. La agraciada con la pedrea de tener que ayudarme suspira con una risa nerviosa y me suelta: - Algo más nene? A lo que yo le respondo más ancho que pancho (ya que en esos momentos me daba todo lo mismo, que se termine el mundo y que nos den a todos repetidas veces): - Pues sí, voy en reserva y no creo que llegué a Madrid aunque me dejes pasar (seguía cayendo la puta nieve).
Ella con más paciencia que el Santo Job, al que también recordé en mis plegarias paganas hacía escasos minutos, me dice: - Anda!! Pasa!! déjame los papeles del coche y aparca en aquel lateral, que ahora voy y te llevo el recibo para que pases.
Al cabo de un rato vuelve con el papel y me dice: - Si te dejo diez euros me los devuelves? - Te lo prometo!! Exclamé al instante. Dicho y hecho. Me deja el dinero, me da el recibo y me dice: - Al volver pon la misma cara de pena que me has puesto a mí y no les digas que te han hecho aquí un recibo, que solo se puede hacer uno al día. Me despido de ella haciendo reverencias desde la ventanilla del coche y salgo echando chispas hacía Madrid.
Conté la misma historia en el peaje de Guadarrama y me dieron otro recibito. Con los dos recibos y respirando hondo, arranqué y me fui a casa. Por el camino pillé el mayor puto atasco del año en Madrid y llegué a casa a eso de las diez de la mañana. Ya que estaba en casa, desayuné, y mientras le escribí en un papel unas palabras de agradecimiento a ese Ángel que me encontré en el camino. Después doblé la hoja y la metí en un sobre junto con 20 euros. Joder, me había salvado la vida, que menos que una muestra de gratitud.
Volví a salir de nuevo, casi seis horas después de mi primer intento, eso sí, con la cartera entre los dientes y encamine mis pasos hacia Santiago, por segunda vez. Cuando llegué al peaje, me paré en una de las vías que estaban abiertas y quien estaba en ella? Mi Ángel salvador!!! Le pagué los dos recibos, el que me tocaba en ese momento, el sobre con la nota y el dinero y salí disparado.
Al cabo de unas horas me mandó un mensaje a mi móvil, agradeciendo mis palabras y exponiéndome que ahora era ella quien estaba en deuda conmigo. En deuda?? Para nada reina, lo que hizo por mí esa niña no está pagado con dinero.
Hablamos durante la semana varias veces y quedamos para tomar un café y presentarnos como personas normales el viernes, pues yo regresaba a Madrid y su pueblo me quedaba de paso.
Llegué y nos fuimos a tomar unas cañas con su hermano y su mujer. Su hermano era una mezcla entre Miguel Ángel Rodríguez y el cantante de Camela. Alto, grandote y con el pelo largo y negro. En definitiva, después de unas cañas y unos copazos, debo reconocer que ese hombre es el último romántico sobre la faz de la tierra. Le debo unas líneas en este blog, las cuales le dedicaré más adelante.
Aquella noche me lo pase teta y mentiría si digo que no tengo ganas de volver. Uno de estos viernes que baje a Madrid, haré una paradita y saludaré a estos nuevos, y espero que por muchos años, amigos.
No hay mal que por bien no venga, os lo aseguro, eso sí, menos Zapatero.
Aquella noche me lo pase teta y mentiría si digo que no tengo ganas de volver. Uno de estos viernes que baje a Madrid, haré una paradita y saludaré a estos nuevos, y espero que por muchos años, amigos.
No hay mal que por bien no venga, os lo aseguro, eso sí, menos Zapatero.